Me siento un poco confundida por el mundo en el que me ha tocado vivir. A veces no se muy bien a dónde nos llevan nuestros pasos. El hombre ha ido evolucionando desde que vivía en una cueva y cazaba con lanza. Ya no vivimos en cuevas, sino en cómodas casa con colchones flex y calefacción. Ya no cazamos la comida, la compramos en supermercados llenos de bandejitas de plástico. No utilizamos pieles curtidas, nos compramos la ropa en Mango. Si queremos respirar aire puro debemos coger nuestros coches para acercarnos a espacios naturales (contaminándolos al mismo tiempo que nos acercamos a ellos). Los animales salvajes viven en ciertas parcelas en las que les permitimos estar sin que nos molesten. Si se salen de los límites establecidos se arriesgan a morir bajo las ruedas de un coche, o sabe Dios de qué formas horribles provocadas por los humanos. Los animales que han conseguido sobrevivir en nuestras ciudades están condenados a que alguien se apiade de ellos y les de un hogar, o a vagar hasta que no puedan más. Carreteras de alquitrán, vehículos con tubos de escape soltando humo a diestro y siniestro, fábricas,... ¿realmente somos tan valiosos? ¿tan importante es nuestra "calidad de vida" que el mundo merece morir por ella? ¿merecen las distintas especies extinguirse en pro de la evolución humana? Lo mínimo que deberíamos hacer, por mera conciencia, es dar un poco de todo lo que hemos recibido, pero en vez de eso asumimos que las cosas son así y que no le debemos nada a nadie.
A veces cuesta mucho recordar que somos una simple especie, creemos que somos dioses con un planeta a nuestra entera disposición, con poder sobre todo lo demás. Trabajamos para empresas que a su vez trabajan para otras empresas, y cuya finalidad es el enriquecimiento de unos pocos frente a la pobreza de la gran mayoría. Renunciamos a gran parte de nuestra vida personal por mantener el trabajo, renunciamos al valioso tiempo a disfrutar con la compañía de nuestros seres queridos, a formar una familia por no ser el momento adecuado. ¿Y todo para qué? ¿Realmente somos felices? Cierto es que la esperanza de vida (en España, no hablo de otros sitios más desafortunados) ha crecido mucho, pero no se si la calidad de vida va de la mano. Parece que cuanto más avanzamos más perdidos nos sentimos, más problemas, depresiones y síndromes post-lo-que-sea sufrimos. Tenemos más comodidades,nuestro microondas, nuestro flamante móvil con cámara de fotos incorporada, estufas para tomar copas en la calle en pleno mes de enero,... a lo mejor es un poco excesivo, ¿no? ¿Acaso la gente no era feliz antes, en sus casas de barro o sus chabolas de paja? No creo que necesitemos ni la cuarta parte de lo que tenemos. Ya es tarde para dar marcha atrás, pero el futuro está por decidir, espero poder darle más valor a las cosas que realmente lo tienen y dejar de preocuparme un poco de todo lo demás.
Vale, lo admito, estoy enfrascada en la saga de los hijos de la tierra (el famosísimo libro de "El clan del oso cavernario" es el primero de ellos) y puede que me haya dado que pensar. ¡Os lo recomiendo!
A veces cuesta mucho recordar que somos una simple especie, creemos que somos dioses con un planeta a nuestra entera disposición, con poder sobre todo lo demás. Trabajamos para empresas que a su vez trabajan para otras empresas, y cuya finalidad es el enriquecimiento de unos pocos frente a la pobreza de la gran mayoría. Renunciamos a gran parte de nuestra vida personal por mantener el trabajo, renunciamos al valioso tiempo a disfrutar con la compañía de nuestros seres queridos, a formar una familia por no ser el momento adecuado. ¿Y todo para qué? ¿Realmente somos felices? Cierto es que la esperanza de vida (en España, no hablo de otros sitios más desafortunados) ha crecido mucho, pero no se si la calidad de vida va de la mano. Parece que cuanto más avanzamos más perdidos nos sentimos, más problemas, depresiones y síndromes post-lo-que-sea sufrimos. Tenemos más comodidades,nuestro microondas, nuestro flamante móvil con cámara de fotos incorporada, estufas para tomar copas en la calle en pleno mes de enero,... a lo mejor es un poco excesivo, ¿no? ¿Acaso la gente no era feliz antes, en sus casas de barro o sus chabolas de paja? No creo que necesitemos ni la cuarta parte de lo que tenemos. Ya es tarde para dar marcha atrás, pero el futuro está por decidir, espero poder darle más valor a las cosas que realmente lo tienen y dejar de preocuparme un poco de todo lo demás.
Vale, lo admito, estoy enfrascada en la saga de los hijos de la tierra (el famosísimo libro de "El clan del oso cavernario" es el primero de ellos) y puede que me haya dado que pensar. ¡Os lo recomiendo!